domingo, 1 de junio de 2008

idealizaciónmásnegacionigualfrustración (A VECES)

Deseo retractarme de mis anteriores afirmaciones. Mejor dicho, no retractarme del todo, quizá tan solo darle espacio al respeto justo que merece la relatividad que nos rige, cuidado que a veces se me olvida. Seguramente, si me lo propongo, podré escribir miles y miles de notas como esta para contradecirme hasta el infinito. Pero no es la intención, en absoluto, todos poseemos el saber de que intentar tener siempre en cuenta la correlatividad del universo, es primeramente una locura, o al menos una acción que nos dirige directamente hacia ella, y segundo, es atentar contra su propia naturaleza que es de por sí adversa y nunca sale estoica de sus propios enredos. No obstante, nada de todo esto es escrito pretendiendo conjurar la verdad absoluta. Esa no es tarea de los mortales.
Tampoco es la intención irme de tema, pero menos aún anular estas aclaraciones.
La inquietud que aflora estas palabras provienen de hace unos instantes, momento en el que me hallaba mirando una película en la cual (comento rápidamente el argumento) un muchacho de apenas 15 años se encuentra sometido a vivir con una familia inmersa en la locura, y en segundo plano, pero de igual relevancia, en la desesperación y el dolor, por poseer (el joven) una madre que
devenida en demente, habiendo perdido las riendas de la razón, y el consuelo, renuncia a sus obligaciones como tal, y lo da en adopción a la familia mencionada, encabezada por un psiquiatra que en un primer momento es el encargado de tratar a la mujer, quien requirió su ayuda para calmar su original angustia.
La esposa del psiquiatra, una mujer rebalsada de resignación le regala al protagonista un libro ligado a su sueño, ser licenciado en cosmetología, y le expresa con delgada voz: “No es malo soñar. Los sueños nos rescatan de los malos momentos”.
No pude evitar replantearme mis aseveraciones sobre el tema. Supongo que abordé el tema desde un punto de vista meramente autorreferencial. Ese momento en el nudo de la película me propició el otro. Tal vez soñar para algunas personas, o en determinados momentos sea el único arma disponible para enriquecer la vida, lo mejor que pueda hacerse por sí mismo (en esas específicas personas, o situaciones). Si aquella mujer en la que la desmedida mesura se convirtió en locura, permaneciera sin sueños, sin remontarse con la imaginación a venideros horizontes prósperos para cultivar su felicidad aún no erigiéndose sobre basamentos reales, probablemente optaría por el suicidio, me arriesgo aquí a darle vuelo a un final alternativo a la película.
Entonces, me debo a reformular mis conclusiones, embrionarias no obstante como las primeras (su sólida morfología me las darán los años):
mientras posea uno un argumento disyuntivo de mayor valor tangible (a soñar) es conveniente explotarlo, llevarlo a cabo. De no poseerlo, porque algunas personas verdaderamente no disponen de frugales opciones, muchas veces tan solo de una, aunque muchos crean fervorosamente que todo se elige, no se corre ningún peligro ya que tal vez no sea el amor lo que una a la persona al sueño, sino el espanto de lo que ocurre fuera de el. Entonces, en ese caso, sí: evoquen tranquilos, será un viaje sumamente placentero.

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